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19 julio 2011

EL BARROCO DE YESERIA EN EL CAMARIN
 DE JESÚS DEL LLANO DE BAÑOS DE LA ENCINA.
Juan Muñoz-Cobo
"Andalucía posee en cuanto afecta al Barroco, un designio especial de exceso y de paradoja del que sería ocioso poner ejemplos, aunque vale como tal el Camarín de Jesús del Llano de Baños.

Es obra de la segunda mitad del siglo XVIII y responde a la escuela lucentina de Castro, aunque su ejecución –de la que no tenemos datos—pudiera corresponder al también lucentino Pedro de Mena Gutiérrez, porque los ángeles y hojarascas de su decoración parecen de su mano.

En él,  el estuco se torna en animador del espacio interno con matices no conocidos desde la época musulmana como advierte Galera Andreu, y aquí encaja lo que Kunler dijera de que en obras como esta “la mirada es solicitada por la línea y en contorno, cuyas florituras sofocan la expresión”.


Es la época del camarín-torre con formas que dan vida a la idea de Trento, cuyo arranque vemos en Hurtado y se extiende en el Santo Reino por Alcalá la Real, Andújar, Bailén y Baños.

El fundador del Santuario de la villa giennense fue el canónigo nacido en la misma, doctor Garcia Delgado. El camarín pudo encomendarse a mitad del XVII a artistas lucentinos, porque en Lucena vivía doña Elvira María de la Paz Poblaciones, natural de Baños y casada con don José de Castilla Contreras. Era sobrina-nieta del fundador y hermana del ilustre procer don Bernardo Poblaciones-Dávalos, Abad mitrado de Olivares y obispo electo de Buenos Aires.

Estamos ante un típico ejemplar del barroco de yesería que cabe estudiar en forma y fondo. De base cuadrada con 5,80 metros de lado, lleva en los ángulos cuatro hornacinas sostenidas por estipites y terminadas en artísticas cúpulas que alojan a los evangelistas. Un arco abocinado lo comunica con el templo y se adorna con espejos, decoración vegetal, ángeles y pájaros. La cornisa contorsionada en sus frentes, deja  espacios  para las hornacinas donde van los apóstoles y ara claraboyas con mascarones naturalistas e imágenes de Santos, dominándolo todo el “horror vacui”, donde aflora, como nuevo Guadiana de nuestras artes decorativas el ancestral espíritu islámico que hizo pensar a Chueca Goitía en la constante artística tan española que el llama “los invariantes castizos”.

La cúpula polilobular y gallonada divide su intradós por estípites y termina en linterna de mucha elevación. En la cornisa se admiran bustos de diversos Santos y destacan las tres Personas de la Santísima Trinidad entre un decorado profuso y colorista.

En cuanto al trasfondo de Camarín, lo vemos como una exaltación de gloria, frente a los nubarrones cárdenos del Calvario en la tarde deicida del Viernes Santo. Es “el cielo” que dicen los alemanes, para contemplarse en silencio o con fondo musical de Juan Sebastián Bach o de Vivaldi, porque los elementos plásticos sitúan su mensaje en el campo visual, pero dejándonos una impresión interior en que se advierte la intención ejemplarizante y católica de la Contrarreforma, frente a la fría austeridad –no siempre sincera—de los reformadores.

El Marqués de Lozoya llevaba razón al decir que este género obedece al sentimiento ostentoso y declamatorio que solo es posible en países hispánicos, de este o del otro lado del Atlántico, que tanto da.

Por eso el Camarín es un grito, un clarinazo ya presentado en las yeserías mudéjares de Zaragoza, Granada, Córdoba o Sevilla, donde apuntan con siglos de adelanto, estas galanuras nuestras del siglo XVIII.

La temática de Baños no es un caos, sino un conjunto organizado al que pudiera aplicarse la elegancia dorsiana que surge, según el folosofo catalán “cuando la libertad se esconde tras una apariencia ostensible de ley”.

El Camarín es un gran libro abierto a la meditación, a la vez que una orgía de colores y formas, trabajada con primor exquisito, pero también es un refugio de paz y a veces una danza en que la plástica alucinante ha cuajado en ritmos y formas gráciles, saturando la atmosfera que nos circunda cuando lo contemplamos”
(Juan Muñoz-Cobo Fresco. 13 de agosto de 1984)

(Resumen de la conferencia impartida en el II Curso de Verano de la Universidad de Córdoba, realizado en la ciudad  de Priego de Córdoba, sobre el tema “El Barroco en Andalucia, durante el periodo comprendido entre el 20 de junio y el 20 de agosto del año 1984.  Concurrieron 74 profesores y doctores, pronunciando 80 conferencias, para una matrícula de 396 alumnos.
Tuve la dicha de acompañarlo a Priego, y compartir esa tarde maravillosa y tertulia posterior, pasándole las diapositivas, que había ayudado a preparar)
Con mi  recuerdo de hijo y admirador, que perdurara por siempre .
DMC