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26 septiembre 2009

FINAL DE SEPTIEMBRE EN BAÑOS

Habían pasado ya los Esclavos, nuestra pequeña Feria al finalizar el verano y había que empezar la escuela o marchar a Sevilla, “nuestro destierro”.

El verano empezaba para mi el día de San Juan. Gran jaleo en casa, preparativos y ese día la casa llena de gente, a todas horas, desde medio día, a tomar el aperitivo, hasta la noche, normalmente con cena en el patio (los mayores claro) con amigos venidos de Jaén; por la tarde la merienda con las señoras.

Luego eran las colas, todos los dias bajando los Turumbetes, a los cabeceros antes de “Las Colmenillas”, o enfrente la Calletana, a donde pasábamos con las sandalias en la mano arriba para no quemarnos en el otro lado, ni pincharnos con los cardillos amarillos ya agostados y poder beber con tranquilidad de su agua. Los domingos al Tamujoso, pero claro andando y normalmente con alguna sandia que poníamos a refrescar, pero a las dos, cuando tocaban las campanas ya teniamos que estar cerca de Baños, para comer a las dos y media.

Un año Miguel Valle y yo, hicimos la travesía, en una rueda de un camión, desde debajo de la cola al Tamujoso. Previstos de dos remos y un mantel, que nos sirvió de vela, tardamos poco mas de una hora. Pasada Peñalosa y ya avistada la “playa”, vimos a la pandilla con las manos levantadas, saludando y al acercarnos ya oíamos los gritos de animo y bravo. Fue una experiencia inolvidable, navegar por las colas en esa balsa improvisada

Las tardes las pasábamos en la huerta de mi padre; nos íbamos pasada un poco la siesta, y allí en la alberca y los frutales y las eras de pepinos, tomates y el “forraje”, esperábamos que ya caída la tarde bajaran los padres, y después del baño, se preparaba una pipirrana, que servia de cena; los mayores, los hortelanos, Fernando Carasco “el Gordo”, Blas Espinosa, el herrero y alguno mas, tomaban unos vasos de vino. Ya de noche, cansados de bregar todo el día subíamos montados los seis hermanos en la yegua (pobrecilla, pero éramos muy chicos para poder ir los seis), a mi me gustaba, para no rozarme las piernas con el aparejo, tenia pantalón corto, subirme fuera en las ancas.

En casa diableábamos un poco y normalmente caíamos rendidos al fresco del portal en el santo suelo, subiendo a la cama, casi inconscientes y protestando, por habernos despertado. Las noches en Baños con el calor “eran Toledanas”, muchas mañanas despertaba en el suelo. Ramón Cañizares, el vecino del horno, dormía en una hamaca en la puerta; me figuro ahora el calor de su casa.

Ramón un domingo muy temprano, después de la Misa de Alba (tiempos de Don Manuel Álvarez Tendero), me llevo en su yegua a un tentadero del Tío Pedro García, en el Morquihuelo. Lucia, me hecho para el desayuno, un buen trozo de pan recién sacado y unas onzas de chocolate, que no llegaron ni al muro. Yo iba cogido de Ramón y el a cada instante me preguntaba si iba bien. Recuerdo el camino paso a paso. Si recuerdo y estaba buenísima, la caldereta de cordero, que prepararon con el Mavalmorqui de parapeto.

La tienta para un niño, es un poco aburrida, luego ya de muchacho estuvimos en una de los Ortegas y ya era divertido, pues tenía uno que tirarse a la plaza a “torear”, por pura vergüenza y porque estaban las niñas de la pandilla.

Y así iba pasando el largo y cálido verano. Cuando me enteraba que había que ir al Cruce a “la Pava” a llevar o a recoger a alguno de la familia (con el coche de caballos de casa de mi tío D. Enrique), entre ir y volver se pasada la mañana y era bonito ir por la carretera, con los alamos. En el otro lado de la General, en dirección Madrid, en la esquina de la de Linares había una encina grande, y varias piedras para sentarse, y esperar la llegada de la Pava, y resguardarse del sol, que apretaba.

Muchas tardes bajaba a la era (al lado de la Cooperativa de abajo). Me gustaba trillar y luego participar en las faenas corrientes, recogida y extensión de la parva, aventar cuando era un poco mas mayor y podía con la pala, llenar los sacos, largos y estrechos con el almud y subir la paja en las barcinas, te ponías perdido de polvillo que con el sudor picaba a rabiar, y entonces había muy poco agua. Recuerdo el gazpacho del “Chache” y las bromas de que se fuera a la otra era a por el “nivel del aire”, y al pobre muchacho le metían en un saco un buen barrón de hierro y un par de piedras, que iba “eslomao”, y cuando llegaba a la era de nuevo se enrabietaba al ver a todos con los gritos y el jolgorio de la broma.

El paseo, era la carretera, desde el “Liebre”, hasta San Marcos, hacia mas fresco y se veían a las parejas de novios y a las pandillas dando vueltas como en una noria, no había mucho mas y por la noche al Cine Columpios, a comer pipas.

Se vendían chumbos por las calles “al chumbete fresquete” pregonaban, helados en las siestas, piñones de Andujar, y Cecilia ponía su puestecillo en la puerta de su casa, frente a Don Juan el Boticario.

Ya en agosto íbamos a coger majoletas, al camino de la Virgen y detrás de la ermita, donde sigue habiendo un majoleto magnifico.

Con las primeras aguas, la plaza y la carretera estaban terrizas, de los terreros de las minas y brillaban motitas de plomo, que llevábamos a Don Juan Suárez, a la farmacia, que decían que lo compraba, nos daba alguna perra gorda y algún caramelo.

Y esperábamos con ansia, Los Esclavos y con pena, ya que terminaba el verano. En los Esclavos había carreras ciclistas, tiro al plato, natación en el Tamujoso, y diversos juegos y se hacia la entrega de trofeos en la puerta del Ayuntamiento.

Con San Mateo, era el final. Para ir a Sevilla era una odisea entonces. Se llamaba a Matías Ortega, el Ford negro lo recuerdo, que nos llevaba a Andujar, donde pasábamos un par de dias en casa de mis abuelos Luis y Ana, vivían en la Calle Martínez Campos 13. Una entraba con una verja y jardín, y dos leones de piedra, a los lados de la escalera, luego tenía patio, y fuente en la parte trasera.

El día señalado se madrugaba, y al amanecer nos recogía un taxi para la estación del tren. Luego me enteré, que desde Andujar incorporaban un vagón, y paraba bastante, y como éramos seis hermanos, los padres y alguna muchacha daba tiempo sin agobios a coger el “Rápido”, que salía de Andujar a las 8 de la mañana y llegaba a Sevilla por la tarde. En Córdoba salían a la estación, los hermanos de mi madre a vernos, paraba mas de media hora y al llegar a Sevilla recuerdo que teníamos que llevar a casa el equipaje, que era muchísimo o a mi me lo parecía, en un carro, pues no había taxis. El piso no tenia ascensor, era un tercero y a patitas todos.

Y lo peor de todo: Estamos lejos, muy lejos de Baños, y en un par de días empezaba el colegio.

DMC.